Cómo hablar con los niños sobre la muerte

por | May 24, 2018 | BLOG, Familia, Psicología infantil | 0 Comentarios

A lo largo de la infancia podemos encontrar muchas situaciones en las que explicarles la muerte a nuestros hijos.  Recomendamos aprovechar cualquier pérdida (nuestra mascota, el vecino de enfrente…). Aunque no sea alguien especialmente cercano al niño nos puede servir para hablar sobre la muerte con los más pequeños de la casa. Evitar hablar de ello, sólo generará confusión en los niños. Además les inculcará que es algo de lo que no se puede hablar. Sin embargo, es importante que lo hagamos de acuerdo con la edad.

De los tres a los seis años

Los niños a esta edad creen que la muerte es temporal y reversible. No creen que la muerte sea universal. Piensan que sus padres y ellos mismos no van a morir. Este pensamiento se alterna con la idea de que la muerte o las enfermedades que causan la muerte son contagiosas y que otras personas de su entorno también pueden morir.  Interpretan de forma literal cualquier explicación que les demos sobre la muerte. Si se les dice que alguien ha ido al cielo preguntarán cómo pueden ir ellos también.

Las preguntas más frecuentes que hará a esta edad son:

  • ¿Dónde está?
  • ¿Tiene frío, puede comer y beber?
  • ¿Puedo hablar con él o ella?
  • ¿Cuándo vamos al cielo?
  • ¿Por qué no viene?
  • ¿Nosotros también vamos a morir?

Es importante que respondamos a estas preguntas con sinceridad y de la manera más concreta posible. La mejor forma de saber lo que nuestros hijos/as entienden sobre la muerte es dialogar con ellos. Preguntarles qué piensan sobre ello, nos servirá para saber qué es lo que comprenden sobre lo sucedido. También podremos despejarles las dudas y preocupaciones que nos puedan plantear.

Debemos ayudarles a entender que la muerte es irreversible y que nunca volveremos a ver a las personas que fallecen. Ante su duda de si nosotros también vamos a morir podemos explicarles que lo haremos cuando seamos “muy, muy, muy mayores”. El uso de múltiples “muy” implica que las personas suelen fallecer cuando son ancianas. Esto implica que ellos ya serán personas “adultas”. Es una forma de dar seguridad a su estado “niño”.

Por último, es importante explicarles que cuando un ser vivo muere (una persona o un animal) el cuerpo detiene su funcionamiento por completo. Esto significa que ya no puede ver, respirar, caminar ni sentir. Debemos hacerles entender el hecho natural del fin de las funciones vitales. De esta manera podrán ir comprendiendo lo que la muerte tiene de irreversible, absoluta y definitiva. Debemos evitar términos metafóricos para explicar la muerte. Frases como “El abuelo se ha ido” o “Se ha sumido en un profundo sueño” o “Nos está viendo desde el cielo” serán tomadas de forma literal, lo que alimentará más aún su confusión. La mejor forma de que comprendan lo que ocurre cuando una persona o animal muere es utilizar un lenguaje basado en hechos que sea lo más sencillo y literal posible.

De los seis a los diez años

A  esta edad el niño/a puede hacer muchas preguntas sobre todos los temas. Algunas de ellas pueden resultar incómodas y desconcertantes. En el momento en el que fallece un ser querido, también debemos estar preparados para este tipo de preguntas.

Las preguntas más frecuentes que hará a esta edad son:

  • ¿Cuánto tiempo tarda en descomponerse un cuerpo?
  • ¿En qué se convierte el cuerpo?
  • ¿Desaparecen también los huesos y el pelo?
  • ¿Y qué pasa con el corazón y todo lo de dentro?
  • Ahora que papá se ha muerto, ¿vamos a tener dinero para pagar el colegio, la comida…?
  • ¿Qué podemos hacer y decir?

Los niños de entre 6 y 10 años necesitan que se les explique la muerte de un ser querido atendiendo a los hechos y las causas que la han provocado. A esta edad van a cobrar especial importancia las reacciones, preguntas y temores que los niños suelen expresar cuando se les comunica la muerte de un ser querido.

Es fundamental que atendamos todas sus dudas y recojamos todas sus inquietudes, de forma que puedan sentirse escuchados y reconfortados. Lo importante es entablar un diálogo con ellos, pedirles que nos pregunten todo lo que necesiten preguntar. Se trata de escucharles teniendo en cuenta que sus preocupaciones irán dirigidas a averiguar qué le pasa al cuerpo cuando muere, qué va a pasar ahora con su vida, qué puede ocurrir si alguien de su entorno enferma o muere, así como preguntas orientadas a saber en qué consisten los ritos de despedida de nuestra cultura: los funerales, entierros, etc.

De los 10 a los 13 años

Los preadolescentes entienden perfectamente todos los componentes que conforman la muerte. Saben que es irreversible, por lo que la persona no va a volver; universal, de modo que a ellos también les sucederá; y absoluta, se produce una finalización completa de todas las funciones vitales. Los preadolescentes comprenden también el significado de los rituales funerarios y suelen pedir participar de ellos. Además, comprenden y saben cómo murió la persona y entienden el impacto y la reacción que provoca la muerte en sus familiares y en ellos mismos. En esta etapa suelen hacerse muchas preguntas sobre las creencias religiosas o culturales que comparte la familia, pueden mostrar razonamientos críticos y sentirse escépticos al respecto.

En esta etapa puede ayudarles mucho que compartamos con ellos nuestros sentimientos o que les hablemos de las experiencias de duelo que hayamos atravesado cuando éramos más jóvenes. Necesitan escuchar que, aunque la muerte duela, podemos seguir adelante.

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