“Casarse por segunda vez es el triunfo de la esperanza sobre la experiencia”
Samuel Jonhson
Frecuentemente en la prensa podemos leer titulares como “En 2017 hubo 97.960 divorcios, un 1,2% más que en el año anterior” o “La custodia compartida de los hijos fue otorgada en el 30,2% de los casos de divorcio y separación”. Detrás de estas estadísticas encontramos un cambio en la forma en la que la sociedad entiende la familia y las múltiples variaciones que encontramos diferentes al “hasta que la muerte nos separe” que predominaba hasta hace unos años.
Necesidades específicas de una familia reconstituida
Establecer una relación sólida de pareja
Si no perdemos de vista que las relaciones entre los padres y los hijos, son anteriores a la nueva pareja, ésta se puede ver como inferior, equiparando la antigüedad con la relevancia. De esta forma, será necesario que la relación de pareja sea sólida y no sucumba a los ataques que puedan venir de otras relaciones previas. Dado que la relación de pareja, es el único vínculo que va a unir al resto de la familia, va a ser la que va a tener que mantener el inestable equilibrio, especialmente al inicio. Para ello será importante mantener un tiempo para cuidarla y nutrirla, así como acordar las normas por las que se regirá el tiempo y el espacio que compartan con los hijos comunes y no comunes.
Decidir qué rol tendrá la nueva pareja ante los hijos
La nueva pareja de los padres debe adoptar un rol que se sitúa entre un amigo y un padre. Rechazarán el papel de padre/madre y adoptarán el comportamiento de un tío/a y incluso un abuelo/a que cuida de los niños cuando habitan en su espacio físico y sólo entonces siente alguna responsabilidad hacia ellos.
Incluir a los padres biológicos en la crianza de los hijos
Tanto adultos como niños, se verán beneficiados si la relación entre los primeros es cordial. Aunque el contacto que mantengan entre sí sea escaso, un vínculo neutral reducirá los temores de los adultos relativos a la aceptación que muestren los hijos tanto hacia sus padres biológicos como hacia sus nuevas parejas.
¿Qué necesitamos para ello?
- Mantener un trato directo con los adultos encargados de la educación de los hijos en los otros hogares, sin utilizar a los hijos como mediadores ni mensajeros.
- No hablar en términos negativos ni despectivos del padre/madre biológica que no vive con los hijos, y evitar las luchas de poder entre los distintos hogares.
- Controlar lo que pueda controlarse porque dependa de uno mismo, y aceptar las limitaciones al respecto. Cada familia aportará a los hijos sus “particularidades” y le educará y criará de la forma que considere más oportuno.