Todos charlamos con nosotros mismos, es lo que se conoce como autodiálogo. Es algo que empleamos a diario, ya sea para darnos pequeñas instrucciones, para calmarnos, o como también pasa muchas veces: para machacarnos. Y aquí os lanzamos una pregunta: ¿realmente somos conscientes de cómo nos hablamos a veces y cómo eso nos puede afectar?

 

¿Qué es el autodiálogo?

 

El autodiálogo es la forma que tenemos de hablar con nosotros mismos. Como adelantábamos antes, este puede adoptar distintas formas. A veces puede tratarse de un: “qué bien me ha salido esto”, o de un: “venga ánimo, que te queda nada ya”. Pero a veces puede volverse en nuestra contra cuando se trata de un: “qué desastre soy” o “no lo voy a conseguir”, etc.

La manera en que nos hablamos influye directamente en nuestras acciones y emociones. Y a su vez, puede generar una serie de pensamientos que mantienen estas creencias o mensajes iniciales. Por ejemplo, imaginemos que ante algo que nos pone nerviosos nos decimos: “lo vas a hacer mal”, “vas a hacer el ridículo”. Este tipo de mensajes pueden condicionarnos y hacer que, mediante nuestros actos, acabe ocurriendo aquello que tememos.

El origen de este autodiálogo negativo puede ser muy variado. Por lo general, se basa en los modelos mentales que tenemos sobre el mundo, los demás o sobre nosotros mismos. Estos pueden haberse construido en nuestra infancia, a través de las distintas experiencias que hemos vivido. Pero… ¡aquí está la buena noticia! Al igual que en su día lo aprendimos, podemos desaprenderlo.

 

¿Cómo hablarme mejor?

 

Está claro que convivir con este autodiálogo puede ser agotador. No sólo porque influye sobre nuestra autoestima sino porque, como hemos visto, también puede afectar a nuestro comportamiento, nuestras relaciones sociales, etc.

Para evitar esto, podemos empezar por tomar conciencia de los mensajes que se generan, el tono y las palabras que empleamos. También es importante que identifiquemos ante qué situaciones surgen. ¿Qué ha pasado antes de que tuviera este pensamiento? ¿Qué emociones ha generado en mí?

Una vez hayamos conseguido esto, es hora de cuestionarlos. ¿Estos mensajes son realistas o los estoy exagerando? ¿De verdad todo me sale mal siempre? ¿Estoy siendo objetivo o me he centrado en una parte de realidad? Por último, podemos ayudarnos de generar nuevos mensajes que sean más objetivos y amables con nosotros mismos. El objetivo es que podamos ser más flexibles y no tan críticos. Pensemos en cómo le hablaríamos a un ser querido ante un error y tratemos de aplicarlo a nosotros.

Si sientes que tu forma de hablarte te limita en tu día a día, recuerda que puedes pedir cita para una entrevista gratuita en info@lapuertaazul.net o en el 634 505 585

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