Grito porque te portas mal… ¿o al revés?

por | Ene 8, 2019 | BLOG, Familia, Psicología infantil | 0 Comentarios

Indudablemente, todos conocemos el clásico dilema “¿Qué fue antes: el huevo o la gallina?”. En esta publicación, os animamos a llevar esta pregunta a la educación de vuestros hijos. ¿Gritáis porque vuestros hijos se portan mal o se portan mal para que gritéis? A priori, la pregunta parece simple. El mal comportamiento de los niños os lleva a vosotros, los adultos, al enfado. Y, por tanto, hace que aparezca el grito.

El grito es también atención

Sin contacto humano, los niños no pueden desarrollarse ni vivir. De hecho, en el caso de los más pequeños, el refrán “más vale solo que mal acompañado” es totalmente falso. Varios estudios muestran que niños institucionalizados, con todas sus necesidades físicas cubiertas, tenían serios retrasos en el desarrollo, debido a las carencias afectivas. Un niño prefiere las regañinas y los gritos de sus padres, a que estos le ignoren, no le hagan caso o se pongan a hacer otra cosa. De hecho, la preferencia de los niños en cuanto a las interacciones es la siguiente:

  • Interacción positiva: abrazos, caricias, momentos de juego, besos, risas…
  • Interacción negativa: gritos, regañinas, enfados, castigos…
  • Ausencia de interacción

Si no tuviese que gritar… ¿qué estaría haciendo?

Y aquí es donde os invitamos a reflexionar… si vuestro hijo hiciese todo lo que le pedís “a la primera”, cumpliese todas las normas de la casa, cenase sin distraerse y no remolonease para meterse en el baño… ¿en qué invertiríais ese tiempo que os sobre sin insistencias, gritos y enfados? Pongamos un ejemplo: Es la hora del baño y se lo avisáis a Pepito. Éste está absorto con sus Playmobil y como si oyese llover. Mientras hacéis la cena, vais visitando periódicamente a Pepito a su habitación, para recordarle cada vez con más gritos y peor humor que ES LA HORA DEL BAÑO. Si yo os enseñara la varita que tengo encima de mi mesa (y que, para desgracia de todos, no hace magia) y os pidiera que describiérais cuál sería vuestra situación ideal en este momento: la mayoría diríais que, tras el primer aviso, Pepito recogiese su habitación. Seguidamente se quitase la ropa y se metiese en el baño; mientras vosotros, hacéis la cena, recogéis la cocina y (si se alinean los astros) os sentáis cinco minutos a coger aire.

Si analizamos en “vuestra situación ideal” qué tipo de interacción (de los tres tipos que veíamos arriba) obtiene Pepito, vemos que estaríamos en “ausencia de interacción”. De esta forma, es lógico que Pepito provoque vuestros gritos y enfados, para obtener, al menos, una interacción negativa.

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